Reseña del libro "Cómo maté a mi padre" Sara Jaramillo Klinkert
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Hay libros que te llegan al alma, te hacen reír y llorar. Cómo maté a mi padre, de Sara Jaramillo Klinkert, es uno de ellos. No solo me interesó por la recomendación de mi psicóloga o por el hecho de que Héctor Abad Faciolince —autor de El olvido que seremos— apadrinara su publicación, sino por esa promesa silenciosa de que en sus páginas habría algo más que una historia: habría verdad.
Y la hay. Una verdad tan honda como cotidiana en nuestro país, tan cruda como necesaria.
Sara nos abre la puerta a una infancia luminosa en una finca en Antioquia, donde la libertad parecía eterna. Cinco hermanos, una madre amorosa y un padre que la hacía sentirse a salvo del mundo. Hasta que un día, con once años, la realidad la despierta de golpe: su padre es asesinado por un sicario. Y esa luz familiar, tan cálida, comienza a desvanecerse.

Pero lo que hace esta novela tan potente no es solo el dolor de la pérdida, sino la forma en que se enmarca esa ausencia dentro del contexto de un país que ha aprendido a vivir con miedo. Medellín, años noventa. El ruido de las motos no anuncia visitas, sino peligro. La violencia atraviesa las rutinas. Y frases como “avísame cuando llegues” o “llegué bien” se transforman en códigos de supervivencia, asumidos con una naturalidad inquietante.
Algo que me gustó mucho es que la autora no dramatiza. No se victimiza. Lo que hace es mostrar con lucidez cómo una familia se rompe y sobrevive sin saber cómo hacerlo juntos, cómo el dolor se calla, se entierra, se cubre con tierra limpia para que no moleste. Algo profundamente arraigado en nuestra cultura: el arte de no hablar de lo que duele.
Cada hermano, incluso su madre, vive el duelo en silencio, a su manera. No hay conversaciones explícitas, ni catarsis familiares. Solo miradas, gestos, pequeños rituales íntimos que sustituyen a las palabras. Y sin embargo, la autora logra que todo eso se sienta. Que el lector palpe esa ausencia que se agranda en lo que no se dice.
La estructura del libro es fragmentada, pero esa fragmentación es parte del relato: así es como funciona la memoria. Así es como muchas veces volvemos al pasado, a saltos, por olores, por escenas, por cicatrices. Y poco a poco, ese rompecabezas emocional va tomando forma, hasta construir no solo una historia, sino una identidad.
Cómo maté a mi padre es una novela de duelo, sí. Pero también es una novela de resistencia, de ternura, de humanidad en medio de lo inhumano. Es una carta escrita con sangre, pero también con humor. Una obra valiente, íntima, que no busca respuestas definitivas, sino honrar las preguntas.
Si te interesa explorar las raíces emocionales de una familia en tiempos de violencia, si quieres comprender cómo lo personal y lo colectivo se entrelazan en el alma de un país, y si valoras la escritura que nace del silencio y aún así logra gritar… este libro es para ti.
Sara Jaramillo Klinkert no solo escribe. Sana con palabras lo que durante años se barrió debajo del tapete. Y lo hace con una belleza que duele.
Hay humor, me reí bastante a pesar de todo y me sentí identificada con algunas escenas de su infancia en la finca. Hay ternura. Hay una verdad que incomoda y abraza a la vez, una verdad cruda que te hace llorar pero que de algúna forma también sostienes con ternura. Desde el principio me enganchó. Es una historia escrita con una valentía serena, sin rencor y sin victimismo.
Muy recomendado.